Lo más probable era que Sierva María no contrajera la rabia.«¿y mientras tanto?», preguntó el marqués. «Mientras tanto», dijo Abrenuncio, «tóquenle música, llenen la casa de flores, hagan cantar los pájaros, llévenla a ver los atardeceres en el mar, denle todo lo que pueda hacerla feliz». Se despidió con un voleo del sombrero en el aire y la sentencia latina de rigor. Pero esta vez la tradujo en honor del marqués: «No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad»
- Gabriel García Márquez Del amor y otros demonios.
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