Acabo de leer una pregunta que dice: si la felicidad tuviera un olor, ¿a qué olería? Y creo que la felicidad huele a calor de hogar, a llamada inesperada, a abrazo de padre, a sonrisa de madre, a confidencia de hermano, a comida de la abuela, a preguntas de hijo, a sonrisa de amigo, a bienestar de los que amo; huele, también, a brisa de mar, a colores de la tarde, a hojarasca de bosque, a descanso en la noche, a techo sobre la cabeza, a comida en la mesa. La felicidad huele a muchas cosas cotidianas que ignoramos con prisa, porque se volvieron costumbre, porque estamos tan seguros de ellas que no volvieron a importar.