¡Madre, solo hay una! No importa si cumple con esa imagen idealizada de lo que una madre debe de ser o, por el contrario, si es la causa de todos tus males: no podrás nunca hacer de cuenta que no creciste en sus entrañas, que no emergiste de su ser. Es por ello que por ti, tu salud mental, tu propia felicidad y tu paz interior, debes estar dispuesto, en caso de que sea necesario, a perdonarla.
Las razones por las cuales algunas madres no son la típica mujer amorosa y entregada a sus hijos que aparece en las películas y en poemas sobre el amor materno, pueden ser muy variadas. Algunas de esas razones tienen un origen en verdad doloroso, y van desde conductas aprendidas en su propia infancia hasta embarazos no deseados o que fueron resultado de relaciones no consensuadas. También puede deberse a enfermedades mentales, algunas de ellas nunca diagnosticadas y/o atendidas, violencia intrafamiliar, entre otras causas.
Sin importar cuál sea el caso, lo cierto es que el maltrato proveniente de una madre marcará la vida de su hijo para siempre, determinando su carácter, sus sueños, miedos y la forma en que encarará cada aspecto de la vida. Y es que, un niño que no se sienta amado por su madre, tendrá mayores probabilidades de desarrollar una baja autoestima, problemas para relacionarse con los otros, incapacidad para confiar en las personas, un carácter agresivo, relaciones basadas en la violencia, dependencia emocional y hasta depresión. Sin embargo, aunque se dice que infancia es destino, lo cierto es que está en nosotros comprender el origen de la conducta de nuestra madre, para luego comenzar a sanar nuestras heridas. De ese modo, evitaremos que las cicatrices hagan pústula en nuestra identidad, y nos definan como individuos.
Te invito a que regales tu madre el agradecimiento, si no por el afecto recibido, sí por la vida que te dio: algo que sólo ellas pueden dar. Este don, el de la vida, bien merece que le des una oportunidad más. Es posible que el día de mañana seas tú quien esté en el lugar de ella, esperando la comprensión y perdón de tus hijos, por tus errores. Finalmente, agradezcamos a todas esas mujeres quienes, a sabiendas de que la perfección no existe, y menos cuando de madres se trata, ¡no dejan nunca de intentarlo!
Fuente: familias.
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