Uno, un poco, se convierte en lo que ama. Resulta inevitable. Un ser humano termina pareciéndose a lo que sueña. El carpintero, a su silla. El astrónomo, a su eclipse. A ti una noche te creció una barba rusa, intensa, de tanto leer a los rusos, y al levantar la vista del libro te descubriste con gafas miopes y ojos peterburgueses reflejado en los espejos, y ya eras otro, soy otro. Todos somos otros cuando alguien nos ama o deja de amarnos.
Eloy Tizón, Velocidad de los jardines,
1 comentario:
belleza.ballet.juventud
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