Cuando uno ve las cosas desde fuera, es muy fácil proclamar qué es lo malo y qué es lo bueno.
Pero una cosa es cierta: no me atrevo a juzgarte. Sé que cuando uno ve las cosas desde fuera, cuando uno no se siente complicado en ellas, es muy fácil proclamar qué es lo malo y qué es lo bueno. Pero cuando uno está metido hasta el pescuezo en el problema (y yo he estado muchas veces así), las cosas cambian, la intensidad es otra, aparecen ondas convicciones, inevitables sacrificios y renunciamientos que pueden parecer inexplicables para el que sólo observa.
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