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Cuando los hijos se van... No es que se van... es que la vida se los lleva.


Cuando los hijos se van...
No es que se van... es que la vida se los lleva.

Ya no diriges, aceptas…No mandas, acompañas… No proyectas, respetas… Ya necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas… Ya les crecieron alas y quieren volar… Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro… Ya les pasó las borrascas de la adolescencia y tomaron el timón… Ya miraron de frente la vida y sintieron el llamado, para vivirla por su cuenta…Ya saben que son capaces de las mayores aventuras y de la más completa realización… Ya buscarán un amor que los respete, que quiera compartir sin temores ni angustias las altas y las bajas en el camino y, que los ayude en el fin que quieren conseguir… Y si esa primera experiencia fue equivocada, tendrán la sabiduría y las fuerzas para superarla, así, otro amor les llegará para compartir sus vidas en armonía… Ya no les caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu protección para vivir… Tú quedas adentro, en el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón… Tú quedas atrás, en la estela luminosa que deja el barco al partir, en el beso que le envías, en la oración que elevas… en la lágrima que los acompaña…

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